Silencio
la mente llama
En un confín enredado
se encuentra la verdad de lo que quiero.
Debería, sería justo
que yo sola comprendiera el laberinto
y encontrara mi camino fácilmente
pero no es así , y cuesta.
Desandarse el alma es complicado
uno encuentra un extremo del ovillo y tira
y al tirar ajusta otro nudo
para comenzar a intentarlo de nuevo.
miércoles, 23 de mayo de 2012
La muerte del padre... por sugerencia de Laura
Mi padre murió a su hora, digo ésto porque le estuvo esquivando a la muerte desde los 18 años cuando fue una más de las tantas víctimas de la epidemia de polio de esos tiempos, cuando se pintaban los árboles con cal, se sacaba a la gente de las calles y los que podían traficaban la vacuna en forma ilegal, desesperados por poner a salvo a sus familias.
Mi padre paso meses internado, y luego un año en cama oscilante, léase una cama que se mueve todo el tiempo de arriba abajo para estimular la respiración debido a la debilidad de sus músculos en general.
Pero mi padre era un gigante, y salió adelante.
Supongo que habrá sido antes de éstos episodios un hombre super divertido, cuando yo entré a su vida , era un hombre rígido y serio, que leía sin cesar sentado en su silla.
Amaba los deportes y los caballos, ambas cosas que le habían sido vedadas, no obstante , curaba con grasa las riendas y me subió a mi primer caballo a los cinco años , sin riendas y sin conocimiento, para aprender a los golpes: no había otra opción.
Tenía un carácter difícil y un orgullo gigantesco, absolutamente necesario, yo creo , para sobrevivir a lo que le había tocado, cosa que hizo y con creces.
Se caso con una mujer hermosa, mi madre . A los 20 años se fue solo a vivir a una granja en medio del campo, sin luz eléctrica para montar un emprendimiento avícola: como comenté tenía un tesón a toda prueba.
En ese lugar nacimos mi hermano y yo.
La visicitudes de la vida nos mudaron a la Capital Federal para cuando estaba yo en la primaria y viajábamos a la granja cada fin de semana.
Mi padre tenía una inteligencia increíble, adoraba la lectura y un fino sentido del humor que sólo compartía con los íntimos:con los extraños era un hombre serio y de ceño fruncido.
Viene a mi memoria cuándo se domó en mi casa el primer potro: lo palenquearon una mañana y contra todas las recomendaciones, él estaba en su silla adentro del corral, se quedo todo el día mirando al animal tironeando del palenque hasta que aflojó y me hizo acompañarlo. Como esas enseñanzas que uno recibe de chica a veces se hacen claras al crecer, entiendo que la vida escomo una cabezada y una atada al palenque , hay que pelear pero también a veces hay que resignarse.
Siempre le preguntaba si él era un hombre alto, mi pregunta le causaba gracia.
Al cumplir quince años, estando yo en la reunión familiar que transcurría en el living de mi casa, mi mamá dijo que papá me llamaba. Cuando entre al pasillo interno lo vi de pie, con la ayuda de unas piernas ortopédicas y unas muletas que habia desempolvado de la época de su rehabilitación, supongo. Jamás olvidaré ese primer abrazo dado desde la altura, realmente era muy alto y fue MI regalo de cumpleaños, una situación privada que sólo vivimos mi madre , él y yo.
El llevaba colgando de la muñeca siempre una fina fusta de equitación trenzada de cuero que utilizaba para las situaciones más inverosímiles, traer algo alejado de la mesa, levantar cosas del piso con su manija de cuero, y a veces era la prolongación de su mano cuándo me correspondía un buen chirlo, situación que horrorizaría a muchos hoy , pero que yo le agradezco.
Cada vez que abro los ojos y no junto ánimo para el día, hago el ejercicio de imaginarlo comenzando el suyo: levantarse, bañarse , vestirse e ir al trabajo para él eran bastante diferentes que lo que a mi se me exige al despertarme.
Estuvo siempre orgulloso de mí aunque no lo dijo mucho, era un hombre de pocas palabras y una mirada de águila que penetraba de una forma particular en las personas.
Me grabó a fuego el PIU AVANTI: si me postran cien veces, me levanto, las caídas no son ni tan violentas ni tantas.
Nuestra última conversación tuvo lugar en la terapia días antes de su muerte. No se porqué razón le pregunte que nombre le pondría a otra hija mujer si la tuviera. Se rió por la ridiculez de la pregunta y me contestó luego de mi insistencia.
No tuve mujeres para nombrar con el nombre que él había elegido, pero reconozco en mis dos varones muchos rasgos de mi padre. Sé que si ellos leen esto me tildarán de biologicista : que el carácter es la resultante de un contexto que se contruye socialmente y blablabla.
Pero en mi hijo mayor esta su metódico y ordenado amor por los libros, su mal carácter y la fiereza con que defiende sus ideas, en mi hijo menor vive su hedonismo , su amor por la vida, su agudo ingenio y ese don
particular de ver siempre la parte llena del vaso y más aún imaginar que se puede hacer con eso. Se que ambos le hacen buen honor a su/mi memoria.
Mi padre murió a su hora, digo ésto porque le estuvo esquivando a la muerte desde los 18 años cuando fue una más de las tantas víctimas de la epidemia de polio de esos tiempos, cuando se pintaban los árboles con cal, se sacaba a la gente de las calles y los que podían traficaban la vacuna en forma ilegal, desesperados por poner a salvo a sus familias.
Mi padre paso meses internado, y luego un año en cama oscilante, léase una cama que se mueve todo el tiempo de arriba abajo para estimular la respiración debido a la debilidad de sus músculos en general.
Pero mi padre era un gigante, y salió adelante.
Supongo que habrá sido antes de éstos episodios un hombre super divertido, cuando yo entré a su vida , era un hombre rígido y serio, que leía sin cesar sentado en su silla.
Amaba los deportes y los caballos, ambas cosas que le habían sido vedadas, no obstante , curaba con grasa las riendas y me subió a mi primer caballo a los cinco años , sin riendas y sin conocimiento, para aprender a los golpes: no había otra opción.
Tenía un carácter difícil y un orgullo gigantesco, absolutamente necesario, yo creo , para sobrevivir a lo que le había tocado, cosa que hizo y con creces.
Se caso con una mujer hermosa, mi madre . A los 20 años se fue solo a vivir a una granja en medio del campo, sin luz eléctrica para montar un emprendimiento avícola: como comenté tenía un tesón a toda prueba.
En ese lugar nacimos mi hermano y yo.
La visicitudes de la vida nos mudaron a la Capital Federal para cuando estaba yo en la primaria y viajábamos a la granja cada fin de semana.
Mi padre tenía una inteligencia increíble, adoraba la lectura y un fino sentido del humor que sólo compartía con los íntimos:con los extraños era un hombre serio y de ceño fruncido.
Viene a mi memoria cuándo se domó en mi casa el primer potro: lo palenquearon una mañana y contra todas las recomendaciones, él estaba en su silla adentro del corral, se quedo todo el día mirando al animal tironeando del palenque hasta que aflojó y me hizo acompañarlo. Como esas enseñanzas que uno recibe de chica a veces se hacen claras al crecer, entiendo que la vida escomo una cabezada y una atada al palenque , hay que pelear pero también a veces hay que resignarse.
Siempre le preguntaba si él era un hombre alto, mi pregunta le causaba gracia.
Al cumplir quince años, estando yo en la reunión familiar que transcurría en el living de mi casa, mi mamá dijo que papá me llamaba. Cuando entre al pasillo interno lo vi de pie, con la ayuda de unas piernas ortopédicas y unas muletas que habia desempolvado de la época de su rehabilitación, supongo. Jamás olvidaré ese primer abrazo dado desde la altura, realmente era muy alto y fue MI regalo de cumpleaños, una situación privada que sólo vivimos mi madre , él y yo.
El llevaba colgando de la muñeca siempre una fina fusta de equitación trenzada de cuero que utilizaba para las situaciones más inverosímiles, traer algo alejado de la mesa, levantar cosas del piso con su manija de cuero, y a veces era la prolongación de su mano cuándo me correspondía un buen chirlo, situación que horrorizaría a muchos hoy , pero que yo le agradezco.
Cada vez que abro los ojos y no junto ánimo para el día, hago el ejercicio de imaginarlo comenzando el suyo: levantarse, bañarse , vestirse e ir al trabajo para él eran bastante diferentes que lo que a mi se me exige al despertarme.
Estuvo siempre orgulloso de mí aunque no lo dijo mucho, era un hombre de pocas palabras y una mirada de águila que penetraba de una forma particular en las personas.
Me grabó a fuego el PIU AVANTI: si me postran cien veces, me levanto, las caídas no son ni tan violentas ni tantas.
Nuestra última conversación tuvo lugar en la terapia días antes de su muerte. No se porqué razón le pregunte que nombre le pondría a otra hija mujer si la tuviera. Se rió por la ridiculez de la pregunta y me contestó luego de mi insistencia.
No tuve mujeres para nombrar con el nombre que él había elegido, pero reconozco en mis dos varones muchos rasgos de mi padre. Sé que si ellos leen esto me tildarán de biologicista : que el carácter es la resultante de un contexto que se contruye socialmente y blablabla.
Pero en mi hijo mayor esta su metódico y ordenado amor por los libros, su mal carácter y la fiereza con que defiende sus ideas, en mi hijo menor vive su hedonismo , su amor por la vida, su agudo ingenio y ese don
particular de ver siempre la parte llena del vaso y más aún imaginar que se puede hacer con eso. Se que ambos le hacen buen honor a su/mi memoria.
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