Nos creíamos indestructibles
y en esa certeza
errada
erosionamos la piedra
a pico y pala
no èramos màrmol
y dolieron las heridas
pero la arcilla espera
húmeda
con la certeza
de que somos
buenos alfareros
construyendo desde los errores
estatuas imperfectas
de barro y agua
más frágiles quizás
pero con una cualidad
de la que el mármol carece:
el golpe del pico
puede en ellas siempre
ser reparado.