martes, 27 de octubre de 2009

La hija del encantador de gusanos


Mi papa hacia bailar a los gusanos del durazno, esto no es una metáfora . Por años, en mi infancia encontrar un durazno con gusano era diversión asegurada por un rato. Las mesas familiares del verano eran largas y nosotros, ocho primos de edades en escalera, desde los 10 hasta los dos años , saltábamos de emoción cuando papá decía, _ ojo que éste viene con gusanito…
Los más grandes, entre los que me encontraba yo, mirábamos tratando de descubrir el truco. Pero mi papá tenía una velocidad increíble para mover su dedo índice antes que el gusano se elevara del plato.
Atrás de las “palabras mágicas” arriba gusanito y con un gesto de su dedo el gusano se levantaba vertical, luego él decía seriamente, caminemos, y ahí iba el bicho desplazándose por el plato hasta que nuevamente repetía la orden de arriba y otra vez el gusano hacía la vertical.
Esta prueba circense terminaba cuando mi papa decía _” listo, el gusano tiene que descansar, ahora todos a dormir.” Lo que en idioma adulto era, ya no voy a tener tantas coincidencias y se me va a derrumbar el mito de que este gusano me obedezca una vez más.
Pero allá partíamos nosotros, primos embelesados a la cama convencidos de pertenecer a una familia mágica que contaba nada menos que con un mago encantador de gusanos del durazno.

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