sábado, 10 de octubre de 2009

septiembre en Susques

Susques es una mancha del color de la tierra ocre de la puna.
Las casas apenas se divisan, el monocromo hace difícil distinguirlas hasta que uno baja por una callecita y entra al poblado. Susques se mueve lento, al paso del escaso oxigeno del aire.
La iglesia de Susques también es ocre, techo de paja añejo, que nunca se vuela ni se moja.
En Susques casi no llueve en todo el año.
Al entrar a la iglesia, acostumbrando las pupilas a la escasa luz de las ventanitas pequeñas se empiezan a descubrir sus colores, afuera todo es monocromo , la tierra, las casas , la gente.
Dentro de la iglesia una explosión de colores fuertes, impresionistas, llenan de felicidad el alma.
Son dibujos bellos, sencillos, como hechos por niños, saltan los rojos, verdes, dorados, azules.
Toda la iglesia grita acá estamos, somos felices, coloridos, plenos.
Cuida la iglesia una pastora de riguroso sombrero negro, pollera florida, y arrugas de sobra para sus escasos años.
Me cuenta la historia de la iglesia pero a mí me angustia la sequía perpetua y le digo como en un rapto de optimismo:_” estarán esperando la lluvia, no?”
_No, me dice, acá llueve solo en verano para que la tierra este verde en el próximo invierno así hay pasto para los cabritos.
Si llueve en septiembre, decimos acá, malparió la lluvia.

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